Hoy es martes. A las seis me ha sonado la alarma. A las seis de la mañana.
Me cambio en diez minutos, y me asomo al pasillo a ver si hay alguien. Ni una luz encendida.
Tengo mucho cuidado de no despertar a Astrid, que está durmiendo en el sofá por mí. A y veinte salgo de la habitación para desayunar. Pero sigue sin haber nadie en el pasillo. Activo la linterna en el móvil, para no encender la luz y no despertar a Astrid. Llego a la cocina y me sirvo algo de yogur de frutas del bosque. Cojo unas galletas porque me muero de hambre. Apago el led del móvil para no despertar a mi queridísima amiga italiana. Vuelvo a la habitación. Ya son y media. Me tengo que poner las lentillas y cepillar los dientes. Salgo de la habitación otra vez y miro a ver si Anya, la hermana de Astrid, la que se iba a levantar a las seis porque cogemos juntos el bus, tiene la luz encendida. Nada.
Llego al baño, me lo pienso dos veces. Vuelvo a su habitación, y tras golpear su puerta con suavidad y sugerirle levantarse calmadamente, elevo la voz, hasta que consigo despertarla. Si no la hubiera despertado no habríamos salido de casa. Me olvido de ir al baño, arreglo la habitación y salimos disparados para no perder el bus. Doy dos pasos, y al pisar la escalera que nos lleva hasta el suelo me caigo. Estaba congelada, igual que la carretera. Lleva dos días sin nevar y sin llover, así que toda la nieve se ha ido compactando y convirtiéndose en peligroso y malvado hielo. Yo hoy me he puesto unos tenis, porque no veo que la gente lleve botas, hice un salto de fe. Mal hecho.
Anya lleva unas Nike Air Force, que tampoco tienen suela para esto. Tardamos cinco minutos en llegar hasta la carretera, sobretodo Anya, que pasa más tiempo riéndose porque estamos todo el tiempo perdiendo el equilibrio que intentando caminar.
Llegamos a la parada del bus, que llega tarde. En Campus Roslagen me bajo, me despido de ella, y cuando me subo al siguiente bus y conecto el WiFi, me llega un mensaje con la parada en la que me tengo que bajar, porque el nombre era demasiado difícil.
Me bajo del bus y me espera otra aventura, está todo congelado igual que en Nortälje. Como voy sólo, intento ir con cuidado, pero de vez en cuando me pego algún resbalón. Cuando llego al instituto, voy corriendo a clase, porque llego tarde, pero para mi sorpresa todavía no llegaron ni Laura ni Luis.
Es hora de matemáticas. Cuando llegan Luis y Laura nos reparten los libros, porque también están empezando un semestre nuevo. Cuando vemos lo que pone el profesor en la pizarra nos da la risa.
¡Identidades notables! ¡Y factorización! Nos pasamos toda la clase riendo del nivel de matemáticas.
Cuando acabamos esa "clase", nos fuimos al centro comercial a comer y a mirar tiendas Laura, Luis y yo.
A la una, tenemos química, pero cuando llegamos vemos a la mitad de la clase fuera del aula. Nos dicen que la mitad de los alumnos están haciendo un experimento y que la otra mitad (nosotros) tenemos que hacer un problema que mandó el profesor. Le pedimos a los alumnos que nos traigan el problema y avisan al profesor para que nos deje unas fotocopias. El problema estaba todo en sueco, y le pedimos ayuda a nuestros amigos. Nos explicaron de que iba pero no teníamos todo el problema resuelto. A los diez minutos, un chico llamado Viktor nos trajo en una hoja una versión traducida del problema.
¡Que majo! Se lo agradecimos mucho, porque era un problema muy rebuscado, y con vocabulario muy específico. Deducimos la respuesta del problema, porque era la más evidente, y cuando le preguntamos a los alumnos suecos, acertamos. Aunque no sabíamos como justificar la respuesta, cosa que los suecos tampoco sabían. Se pusieron a buscar en internet, y al final lograron la respuesta, aunque yo no entendí nada.
Después tuvimos física, sin nada que objetar. Cuando acabamos, nos encontramos con Clara y vamos a apuntar a las chicas, Laura y Clara a un gimnasio en Täby Centrum. Vamos a comprar un candado para nuestras taquillas y a tomar algo mientras esperamos el bus de Laura. Clara se va con su familia sueca y a Laura la dejamos en su parada. Vamos a casa de Cortana. Allí cenamos chorizo con puré de patatas.
Buenísimo. Más tarde, Alvin propone bajar a jugar con la nieve, y ahí vamos. Acabamos con nieve por dentro de toda la ropa, agotadísimos de correr y de esquivar bolas de nieve y Astrid acaba en el suelo con nieve por todo el pelo. Modelo Otoño-Invierno. Al poco rato nos viene la madre de Astrid a buscar, y nos fuimos a casa.
A dormir al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario